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Trucos para eliminar el olor a perro de tapicerías y textiles del hogar.

La mayoría de las personas que tienen perro saben lo que es entrar en casa después de un día fuera y notar ese olor característico que no siempre resulta agradable, como una mezcla entre humedad, pelo y lo que el animal ha ido acumulando en su paseo. Da igual lo limpio que esté el animal, porque a la larga, los tejidos de la casa van absorbiendo ese aroma. Sofás, mantas, cojines, alfombras y hasta las cortinas acaban guardando una especie de huella olfativa que se resiste a desaparecer. Lo curioso es que muchas veces uno se acostumbra y deja de notarlo, hasta que llega alguien de visita y lo percibe al instante. Y es ahí cuando empieza la búsqueda de soluciones, porque no se puede depender siempre de abrir la ventana y rezar para que el aire lo resuelva todo.

Entender por qué los tejidos atrapan los olores.

Antes de ponerse a limpiar como loco, conviene comprender por qué parece que los olores se agarran a la tapicería como si fueran pegatinas imposibles de despegar. Los tejidos, sobre todo los que son de fibras naturales como algodón o lana, tienen una estructura que actúa como una red microscópica donde las partículas de olor quedan atrapadas. Piensa en una esponja de baño: al principio parece limpia, pero con el uso diario empieza a retener olores aunque la enjuagues. Con los sofás o las mantas pasa algo parecido porque, aunque los laves por fuera, en las fibras más internas siguen quedando restos que, con el tiempo, terminan generando ese aroma característico.

Además de eso, el olor del perro no proviene de un único origen. Intervienen las glándulas de la piel, el propio pelo, la saliva e incluso la humedad que se queda después de un paseo en días de lluvia. Todo ese cóctel se va acumulando en los textiles, y por eso no sirve simplemente con pasar el aspirador o echar ambientador. El aspirador puede retirar pelo y polvo, y el ambientador enmascara el olor durante unas horas, pero lo que queda incrustado sigue ahí, esperando a salir de nuevo cuando te sientas en el sofá o cuando sube la temperatura de la habitación.

Comprender esto ayuda a no frustrarse cuando después de una limpieza superficial parece que todo sigue igual, porque la clave está en atacar la raíz del problema y no quedarse solo en lo que se ve a simple vista.

Soluciones caseras que funcionan de verdad.

El primer recurso al que se suele acudir es abrir las ventanas y dejar que entre aire fresco pero, aunque eso ayuda, no es suficiente. Por eso hay que recurrir a trucos más específicos, muchos de ellos sencillos y económicos, que puedes aplicar con cosas que probablemente ya tengas en casa.

Uno de los más efectivos es el bicarbonato de sodio. Funciona porque es un neutralizador natural de olores, y lo hace absorbiendo las partículas en lugar de enmascararlas. Basta con espolvorear una capa fina sobre el sofá, las alfombras o los cojines y dejarlo actuar varias horas, incluso toda la noche si es posible. Después solo hay que pasar el aspirador y notarás cómo el ambiente cambia. Es como si el bicarbonato se tragara lo que no quieres volver a oler. Hay gente que incluso mezcla unas gotas de aceite esencial con el bicarbonato para añadir un toque fresco, aunque en ese caso conviene usar aromas suaves como lavanda o limón, para no saturar.

Otra opción es el vinagre blanco. Puede que su olor inicial no resulte muy agradable, pero lo curioso es que desaparece rápidamente y se lleva consigo otros olores más persistentes. Una forma práctica de usarlo es diluirlo en agua (a partes iguales) y pulverizar ligeramente sobre cortinas, mantas o tapicerías. No hay que empapar, porque si mojas demasiado puedes acabar generando más humedad, que es justo lo que intentas evitar. Al secarse, el vinagre deja la tela sin rastro de olores fuertes y con una sensación de frescor que sorprende.

El limón también puede ser una gran ayuda, puesto que al exprimirlo y mezclar el zumo con un poco de agua caliente se consigue un líquido perfecto para fregar suelos o repasar textiles lavables. El ácido cítrico actúa como desinfectante suave y deja un aroma natural que recuerda al de las casas limpias de toda la vida. Es especialmente útil en mantas o fundas de sofá que puedas lavar en la lavadora, porque con solo añadir un chorro de zumo de limón al detergente consigues potenciar el efecto limpiador.

Y no hay que olvidar algo tan sencillo como el sol. Al colocar cojines, mantas o alfombras pequeñas al aire libre durante unas horas, no solo los estamos ventilando, permitimos que los rayos ultravioleta actúen como desinfectante natural. Es un recurso gratis y muy eficaz, aunque obviamente depende del clima y de tener un espacio donde poder hacerlo.

¿Cuándo merece la pena usar productos específicos?

Aunque los trucos caseros funcionan, hay veces que se necesita un refuerzo extra, sobre todo si el perro pasa mucho tiempo dentro de casa o si los tejidos llevan demasiado tiempo acumulando olores. En esos casos merece la pena recurrir a productos pensados precisamente para neutralizar olores en tapicerías y textiles. No hablamos de sprays que solo perfuman, sino de fórmulas que descomponen las partículas responsables del mal olor.

En el mercado hay limpiadores en espuma que se aplican directamente sobre el sofá o la alfombra y que, tras cepillarlos suavemente, penetran en las fibras para arrastrar la suciedad. También existen productos enzimáticos que resultan especialmente efectivos porque actúan rompiendo las moléculas que generan el mal olor, y eso los convierte en una de las soluciones más duraderas. Es cierto que suelen ser más caros que un bote de vinagre o un paquete de bicarbonato, pero su eficacia a largo plazo compensa.

Según comentan en Cleaners Spain Group, el secreto no está únicamente en aplicar un producto potente, sino en mantener una rutina que evite que el olor vuelva a instalarse. Ellos recomiendan combinar limpieza profunda con un mantenimiento más frecuente y ligero, de forma que las tapicerías nunca lleguen a saturarse. Es un enfoque bastante lógico, porque igual que no esperas a que los platos estén cubiertos de moho para fregarlos, tampoco deberías esperar a que el sofá huela a perro mojado para limpiarlo.

La importancia de los hábitos diarios.

Al final, los olores de perro en los textiles no aparecen por arte de magia, sino por una suma de pequeños descuidos diarios que se acumulan. Por eso, más allá de trucos puntuales, conviene revisar ciertas rutinas. Una de las más básicas es cepillar al perro con frecuencia, porque buena parte del olor procede de los pelos muertos que se desprenden y acaban repartidos por toda la casa. Si esos pelos se eliminan antes de que caigan en el sofá, ya tienes mucho ganado.

Otro hábito esencial es lavar con regularidad las mantas, fundas o camas donde el perro pasa más tiempo. Da igual lo que limpies alrededor si su manta favorita sigue oliendo fuerte, porque en cuanto se tumbe encima del sofá volverás al punto de partida. Aquí lo mejor es tener un par de recambios, de modo que mientras una manta se lava, la otra está en uso. Así no hay excusas para posponer el lavado.

También ayuda establecer zonas donde el perro puede y no puede subir. Puede que quieras permitirle tumbarse en el sofá, pero en ese caso conviene cubrir la zona con una funda lavable que se pueda meter en la lavadora fácilmente. No es cuestión de limitar la convivencia, sino de hacerla más práctica. Es como poner un mantel cuando sabes que vas a comer algo que mancha: no impide disfrutar, pero sí evita que luego haya que lamentarse.

La ventilación diaria también marca una diferencia enorme. Aunque parezca algo menor, abrir las ventanas cada mañana durante un rato ayuda a renovar el aire y a que los olores no se concentren tanto. Y si coincide con la hora de sacar al perro, es aún más cómodo, porque así el aire se mueve mientras estás fuera y cuando regresas la casa parece más ligera.

Soluciones creativas y poco conocidas.

Más que los recursos habituales, existen otros trucos menos comunes que pueden ser decisivos. Un ejemplo es el uso del carbón activado, que se vende en bolsitas y tiene una capacidad asombrosa para absorber olores. Colocar algunas en puntos estratégicos como detrás del sofá o dentro de un armario ayuda a mantener el ambiente más fresco. No perfuma, simplemente captura las partículas que flotan en el aire.

Otro recurso curioso es utilizar vapor. Los limpiadores a vapor no solo higienizan, levantan la suciedad incrustada en los tejidos y arrastran los restos de olor. Es parecido a lo que ocurre cuando planchas una prenda y de repente recupera vida, porque el vapor actúa en profundidad. Eso sí, hay que usarlo con cuidado y comprobar siempre que el material de la tapicería lo aguanta, para no estropearlo.

La convivencia con el olor y la búsqueda de equilibrio.

Vivir con un perro implica aceptar que la casa nunca olerá como la de alguien que no tiene mascota, y en cierto modo eso forma parte del encanto de compartir vida con ellos. La cosa no está en eliminar todo rastro, porque eso sería imposible y seguramente tampoco tendría sentido, sino en mantener un ambiente limpio y agradable donde el olor del perro no domine. Es como tener una chimenea: el aroma a leña puede resultar acogedor, pero si se convierte en humo permanente deja de ser agradable y se vuelve molesto. Con los perros pasa algo parecido, ya que la clave está en el equilibrio entre la naturalidad de su presencia y la comodidad de quienes viven en la casa.

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