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La magia de vivir en Alicante

Alicante

Cuando me preguntan por qué elegí vivir en Alicante, siempre sonrío antes de responder. Y es que no hay una sola razón: son muchas pequeñas cosas que, juntas, hacen que vivir aquí sea algo especial. Es la calidad de vida, el ritmo relajado, la cercanía de todo, la comida, la gente… Es una ciudad que lo tiene todo. Y hoy quiero contártelo desde mi experiencia, tocando los lugares y rincones que más marcan la vida aquí.

 

  1. Alicante es sol, mar y vida

A los turistas lo que más les gusta de Alicante ciudad es, sin duda, su Explanada de España con esas palmeras infinitas, la playa del Postiguet y el Castillo de Santa Bárbara. Son lugares icónicos, perfectos para pasear, hacer fotos y disfrutar de un día de vacaciones.

Para la gente que vive aquí, Alicante es mucho más. Es poder salir del trabajo y en diez minutos estar en la playa, es tomarte un arroz a banda con amigos mirando el mar un domingo cualquiera. Es tener una ciudad con todo lo necesario, pero sin el agobio de una gran capital.

Para mí, lo mejor es esa sensación constante de vacaciones que flota en el ambiente. Da igual si es enero o agosto, aquí siempre hay vida en las terrazas, hay eventos, hay planes. No me siento atrapado como en otras ciudades más grandes.

 

  1. Denia es el rincón que enamora a todos

Denia es de esos sitios que siempre aparecen en las listas de «pueblos más bonitos», y con razón.

La inmobiliaria Romer Playa, que alquila y vende todo tipo de inmuebles por allí, sabe que a los turistas les encanta el castillo de Denia, sus playas amplias, la calidad de sus restaurantes y ese ambiente de puerto mediterráneo que no pierde su esencia.

La gente que vive en Denia valora mucho su entorno natural: el Montgó, la reserva marina del Cabo de San Antonio, los paseos tranquilos por el puerto al atardecer. Es un lugar pequeño pero lleno de vida.

A mí, personalmente, lo que me enamora de Denia son sus calas escondidas, como la Cala Granadella o Les Rotes. Y también esa mezcla de ambiente tradicional y moderno: puedes comerte un arroz de bogavante en un sitio de toda la vida o cenar en uno de los restaurantes con estrella Michelin.

 

  1. En Jávea (Xàbia), el agua parece de otro mundo

Los turistas se vuelven locos con Jávea por sus playas de agua turquesa como la Granadella o la Cala Portitxol. Las fotos no hacen justicia. Además, el casco antiguo de Jávea, con sus calles estrechas de piedra blanca y su mercado municipal, también tiene mucho encanto.

La gente de aquí disfruta sobre todo del ambiente relajado durante el año (excepto agosto, que ya sabemos que se llena). Hay rutas de senderismo, miradores espectaculares y una vida cultural bastante activa para ser un pueblo.

Yo disfruto como un niño cada vez que voy a hacer snorkel allí. No necesitas irte al Caribe: bucear en Jávea es como meterte en un acuario natural.

 

  1. Altea, el pueblo que parece un cuadro

Altea es uno de esos sitios donde todo el mundo, turista o local, saca el móvil para hacer fotos. El casco antiguo, con sus casitas blancas, sus calles empedradas y la iglesia con su cúpula azul, es una pasada. No hay esquina que no tenga encanto ni momento del día en el que no te apetezca hacer una foto.

Los residentes valoran mucho su ambiente tranquilo y artístico. Hay muchísimos talleres de pintura, artesanía, tiendas originales… Se respira un aire bohemio que engancha y que no encuentras en otros lugares. Además, el ritmo aquí es otro: más pausado, más relajado, más auténtico.

A mí me encanta perderme por sus calles sin rumbo fijo, sobre todo al atardecer, cuando todo parece todavía más mágico. También disfruto sentándome en alguna terraza a tomar algo mientras suena música en directo de fondo. Hay sitios en los que de repente te topas con pequeños conciertos improvisados o exposiciones de arte al aire libre. Es el típico pueblo donde puedes pasar horas sin mirar el reloj, simplemente disfrutando del momento, del ambiente y de la buena vibra que tiene todo el mundo.

 

  1. Calpe es más que su Peñón

Calpe atrae a turistas de todas partes gracias a su Peñón de Ifach, esa roca gigantesca que se alza sobre el mar, y sus playas amplias. Muchos vienen también por el paseo marítimo y la gastronomía.

Los que viven aquí disfrutan de poder hacer deporte todo el año: kayak, senderismo, bici… Además, Calpe tiene una comunidad internacional enorme, así que es muy abierto y diverso.

Para mí, lo mejor es hacer la ruta del Peñón a primera hora de la mañana. Cuesta un poco subir, pero las vistas desde arriba son de otro mundo. Y luego premiarte con un buen arroz del señoret en un restaurante frente al mar.

 

  1. Elche y sus palmeras

A los turistas Elche les llama la atención por su Palmeral (el más grande de Europa) y por la Dama de Elche, claro. También flipan con el Misteri d’Elx si vienen en agosto.

Los ilicitanos valoran su ciudad por ser una de las más completas para vivir: tienes todo lo que puedas necesitar a un precio razonable y a 20 minutos de la playa.

Lo que me gusta a mí es ese equilibrio: en Elche hay zonas súper modernas, pero también puedes desconectar en parques enormes como el Parque Municipal o en las playas de Arenales o La Marina. Y el ambiente de tapas por el centro es brutal.

 

  1. Santa Pola y sus playas

Los turistas llegan a Santa Pola buscando sus playas tranquilas y su paseo marítimo, y aprovechan para coger el barco a la isla de Tabarca.

Para los que viven allí, Santa Pola es calidad de vida asequible: buena comida, sol todo el año, y sin las multitudes de otras zonas.

Yo me escapo a Santa Pola siempre que puedo. Me gusta comer un caldero en el puerto, ver cómo entran los barcos pesqueros, y si tengo tiempo, pegarme una escapada en barco a Tabarca. Es un planazo barato y muy auténtico.

 

  1. Villajoyosa llena de color

A los turistas les enamora el paseo de casitas de colores junto al mar y su tradición chocolatera (¡el Museo del Chocolate Valor es visita obligada!). Además, el ambiente relajado y el hecho de que no esté tan masificado como otros sitios de la Costa Blanca hacen que muchos quieran volver una y otra vez.
Para los locales, Villajoyosa es un sitio tranquilo para vivir, muy familiar, con playas bonitas, calles acogedoras y sin la locura de Benidorm al lado, que está a un paso pero parece otro mundo.
Para mí, es imposible ir a Villajoyosa y no acabar con una bolsa de bombones en la mano. Siempre me dejo llevar y pico algo en alguna tienda artesanal. Además, su playa centro tiene uno de los mejores amaneceres que he visto en mi vida: colores intensos, el sonido suave de las olas y muy poca gente a esas horas. También me flipa pasear por el paseo marítimo, sentarme en algún barecito a desayunar frente al mar y simplemente desconectar. Tiene algo especial que siempre me hace sentir de vacaciones, aunque esté a solo unos kilómetros de casa.

 

  1. El tesoro escondido de Guadalest

Guadalest suele salir en todas las guías como uno de los pueblos más bonitos de España. A los turistas les encanta su castillo en lo alto, sus calles pequeñas llenas de tiendecitas y el embalse con esas aguas turquesas.

Los que viven en la zona valoran el contacto constante con la naturaleza, las rutas de senderismo y el ambiente tranquilo.

Yo cada vez que voy a Guadalest vuelvo renovado. Es como viajar atrás en el tiempo. Subir hasta el castillo, ver las vistas del valle, comer en alguna terracita casera… Es imposible no desconectar allí.

 

  1. Sierra de Mariola y sus alrededores

No todo en Alicante es playa. Los turistas que buscan algo diferente acaban alucinando con la Sierra de Mariola, una zona de montañas, fuentes naturales y rutas increíbles.

Los que viven en Alcoy, Cocentaina o Muro de Alcoy disfrutan de un clima más fresco, naturaleza a tope y una gastronomía de montaña buenísima.

A mí me encanta escaparme de vez en cuando a hacer senderismo por allí, sobre todo en otoño. El aire puro, el olor a pino, el sonido de los pájaros… Me recuerda que Alicante es mucho más diverso de lo que parece.

 

Alicante es calidad de vida

Vivir en Alicante es un regalo diario. No solo por su clima o sus playas, sino por todo lo que ofrece: ciudades y pueblos con encanto, naturaleza salvaje, cultura, gastronomía… Aquí cada finde puede ser una miniaventura diferente.

Alicante siempre tendrá un rincón perfecto para ti. Y lo mejor de todo es que puedes disfrutarlo sin necesidad de ser turista. Solo necesitas decidir quedarte.

Así que, si alguna vez te planteas cambiar de aires, te lo digo en serio: vente a Alicante. No te vas a arrepentir.

 

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